sábado, 16 de agosto de 2008

Reflexiones olímpicas

Michael Phelps, un chavo de 23 años de Baltimore, alto, un poco desgarbado, acaba de ganar su octava medalla de oro en unos juegos olímpicos. Con esto supera a otro estadounidense, Mark Spitz, quien en 1972, a los 22, ganó siete preseas áureas en la natación.
Es un momento histórico, y lo acabo de vivir hace unos momentos, y sí, es histórico, sí, es genial, pero enmedio de todo este récord, mientras espero el final del un concierto de Vicente Fernández en Guadalajara, para incluirlo en la edición del diario en el que trabajo, no me queda sino pensar cómo los medios han acabado con la magia de lo que eran unos Juegos Olímpicos.
No sé si yo era un tanto ingenuo, no sé si el tiempo ha cambiado, pero si de algo estoy seguro es que ahora, a mis 33 años, me da un dejo de envidia, un dejo de amargura o un dejo de frustración el no ser Phelps, el no haber ido a unos Juegos Olímpicos, una fiesta que hasta ahora no me ha convencido.
¿Será por el horario? Tal vez, aunque creo que es más bien por la cobertura que estoy percibiendo. Los Juegos han sido, no les miento, Michael Phelps, gimnasia, voleibiol de playa femenil y apenas este día atletismo, ¿y los demás deportes? Ni idea.. me hubiera gustado ver los partidos de Nadal, no sólo los resúmenes, o disfrutar competencias como los 3 mil metros con obstáculos (o steeplechase, como los conocí en Los Ángeles 84, y llenaron toda mi imaginación infantil con una carrera en la que se saltaba una valla para caer en el agua).
En fin, en este momento escribo esto, aislándome con los audífonos para no escuchar los adjetivos de TV Azteca hacia Michael Phelps...
El tiempo transcurre, Vicente Fernández no da señales de terminar su concierto, y mientras, yo, reflexiono sobre dónde quedó la magia olímpica. Creo yo que se quedó en un foso con agua en Los Ángeles 84...

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