
Para quienes vivimos en México no será dificil acordarnos de un comercial de Master Card en el que aparecía una niña pequeña jugando con una caja de cartón, a pesar de que la rodeaban todos los juguetes caros que sus papás le habían comprado, e incluso el anuncio finalizaba "que juegue con una caja de cartón, no tiene precio".
Pues bien, ayer por la noche sucedió algo similar. Zara, mi sobrina, quien tiene seis meses viviendo con nosotros y el domingo festejará con Mónica su cuarto compleaños, encontró una caja de cartón que habíamos comprado para guardar los bolos de su fiesta de "Backyardigans" (que como dije el 11 de septiembre, son su adoración), y de inmediato la armó y procedió a entrar en la caja y sentirse Pinky Dinky Doo, o algún otro personaje de Discovery Channel.
En ese momento recordé que yo también había jugado con cajas de cartón, que había entrado y me había imaginado varias cosas, pero de inmediato solté la pregunta: "¿Qué magia tiene una caja de cartón para un niño?".
Mónica me comentó que es lo más cercano a hacer una casa, sentirse parte de un viaje imaginativo bastante interesante. Y si tomamos en cuenta que Zara ya había jugado en dos ocasiones a los Backyardigans con Mónica, imaginénse.

Otro ejemplo de la magia que ejercen las cajas de cartón sobre los niños se vio hace poco en un episodio de los Simpson, en el que Bart y Lisa le piden cajas a una compañía de paquetería y arman un fuerte. Al llegar los repartidores de la compañía (UPS) se arma una guerra digna de Las Dos Torres o El Retorno del Rey que se puso muy divertido.
No cabe duda, habrá videojuegos, computadoras, o juguetes para niños que sirven para leerles cuentos, pero la magia de una caja de cartón no se puede sustituir. El anuncio de Master Card tenía razón, no tiene precio.
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