viernes, 14 de septiembre de 2007

"Armando, ¿tacos de bigotito?"

Que una niña, de apenas cuatro años cumplidos, y que ha vivido desde su primer año en Suiza me pida, con su vocecita tierna "Armando, ¿tacos de bigotito? es algo que le puede despertar la ternura a cualquiera.

Esto sucedió anoche. Salí del trabajo y al subir al auto, en el que venían Mónica, su hermana María y Zara, mi sobrina, después de los saludos y besos de rigor escuché que la niña me preguntaba que si quería ir a cenar "a los tacos del bigotito".

¿Qué podía responder? Por supuesto que le dije que sí, pero descubrí que Zara se está volviendo toda una comedora compulsiva de tacos, especialmente estos, a los cuáles ella bautizó "del bigotito", por mi culpa.

Los tacos a los que me refiero están ubicados en la esquina de Galileo Galilei y Mariano Otero. Diario pasamos frente a ellos y no pasa una quincena en la que no nos paremos a disfrutar su sabor. En realidad se llaman Tacos Naranja, pero uno de los taqueros es un señor canoso que tiene, precisamente un bigote.

Un día que Zara quería ir a los Sopes de Plaza Tepeyac (eso es otro historia), preferimos ir a los Tacos Naranja y la niña, quien ya había ido a estos tacos no quería, por lo que tuve que decirle que íbamos a ir a cenar con el señor de bigote.

No lo hubiera dicho. Cree un monstruo, ya que lo primero que hizo Zara, fue ver al señor, señalarlo con el dedo y decir: "¿Él es bigotito?", y así nacieron los tacos de bigotito.

Pues bien, anoche me pidió que fuéramos a sus tacos favoritos. Le encantan los de labio, sin nada de verdura, eso sí, con mucha salsa de aguacate y limón.

De inicio le pedí dos tacos, mientras Mónica y yo degustábamos los nuestros, al pastor y de bisteck. Zara hacía lo propio con los de labio. Comió sus dos tacos, los "bajó" con su seven up, y volvió a hacer su tradicional señalamiento de "bigotito".

Ya estaba a punto de pedir que nos cobraran, cuando me dijo "Armando, quiero otro taquito". Mónica y yo sorprendidos, digo, Zara no es una niña de buen comer, y eso de un tercer taco, nos sonaba a futuro desperdicio. Pero la pequeña estaba aferrada, quería su tercer taco, y tuve que pedirlo.

Otro taco de labio, sin verdura, con su salsa de aguacate llegó frente a Zara, y dicho y hecho, lo empezó a comer de forma tan golosa que decidí tomar una foto y dejarla que comiera su taco de labio.

No cabe duda que lo taquero lo trae en la sangre, lo siento, eso sí, cuando regrese a Suiza, ya que alla no habrá "Armando, taco de bigotito".

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